¿Y por qué no?

Verba volant, scripta manent.

jueves, 24 de abril de 2014

Miradas que lo dicen todo.

Si hay algo que refleja nuestro interior son nuestros ojos, nuestras miradas. Nos guste o no, esto es así... es imposible fingir una mirada, fingir una sonrisa es muy fácil pero fingir con los ojos imposible.
¿Nunca os ha pasado eso de que os pregunten qué os pasa sólo con haberos mirado? Por mucho que se intente fingir nuestros ojos no mienten, puedes tener una sonrisa y estar llorando al mismo tiempo pero lo que se expresa en la mirada es cómo realmente nos sentimos.

Yo soy una de esas personas que antes de mostrar cómo realmente está prefiere fingir, fingir que todo está bien, que nada importa y que soy la persona más feliz de la tierra. Pero nadie se lo cree porque mis ojos me delatan ya que a la mínima empiezan a brillar y a salir de ellos lágrimas de desesperación por no aguantar más. Y hago eso, cómo mucha gente hace, porque no considero que mi vida sea tan importante como para andar llorando por las esquinas y andar preocupando a la gente con mis míseros problemas. La gente viene y te pregunta que qué te pasa, que si estás bien, que si necesitas algo... blablá, que sí que te podrán animar pero cansan las preguntas de siempre y en esos momentos de desesperación lo mejor que se puede hacer es sentarte con esa persona que te pregunta en silencio y abrazarla y ya, nada de preguntas estúpidas.

Lo curioso es que siempre que esperas que venga alguien a consolarte, sea una persona a la que le tengas aprecio pero no, esas personas son las primeras en fallarte y viene gente que ni creías que sabían de tu existencia. Pero mi pregunta es, ¿hasta qué punto una persona te conoce de verdad para saber cuándo estás mal sin mirarte? Porque es muy fácil ver a una persona que llora y a la que se le quiebra la voz al hablar y decir: oh, le pasa algo. Pero igual; bueno igual no, seguro, sólo con oírle la voz no se sabría que está mal, se pensaría que igual tiene mal la garganta o algo, pero dudo mucho (y está más que comprobado) que sin mirarte a los ojos sepa si de verdad te pasa algo o estás fingiendo.

El día que alguien sólo por la manera en la que saludes, en la que camines, mismamente, sepa si de verdad estás bien o estás fingiendo; ese día habrás encontrado a alguien que te conoce hasta tal punto de saber cómo estás basándose sólo en eso. Y ese día por muchos problemas que tengas sonríe y de verdad porque esas personas son difíciles, por no decir imposibles, de encontrar. Y ojalá algún día todos los seres humanos tengamos una persona así a nuestro lado, para que no haya preocupaciones, para que no nos sintamos solos e impotentes contra el mundo.

Es muy fácil tener amigos que están ahí cuándo te ven bien y contento, porque eso si que no se puede fingir cuándo lo estás se nota... pero, ¿cuántos de esos están ahí en las malas sin pedírselo tu?, ¿a cuántos les has dicho tus problemas y han estado ahí un día y los seis restantes de la semana te han dado la espalda? Esos son a los que les sonríes teniendo los ojos tristes y se fijan en tu sonrisa postiza. Y por desgracia gente así por el mundo hay a patadas y personas que de verdad se molestan en conocerte hay muy pocas. Te toparás en la vida con mil miradas, tristes, felices, preocupadas, curiosas pero hay una mirada que pocas veces verás la mirada de una persona a la que sólo le importe la felicidad ajena.

viernes, 18 de abril de 2014

Una de las fases de la vida

Pasas por muchas fases en la vida, tantas que ni uno mismo se da cuenta en qué momento está, ni cómo puede repercutir una acción a lo largo de toda su vida.

Una de esas fases es la de la resignación. La resignación de ver que algo te está pasando, algo que no quieres que sea así, porque no puedes soportar la idea de que eso pase. Entonces te resignas, lloras, sufres, miras hacia otro lado porque no quieres verlo y lo niegas, y lo vuelves a negar aún  cuándo te ponen las cartas sobre la mesa. Después de un tiempo, cada persona es un mundo y algunos les lleva más tiempo que a otros, lo ves y poco a poco comienzas a aceptar que algo pasa. Y ahí es cuándo te paras, o deberías pararte, y decir: " ¿Qué hago? Aunque no esté, o esté, en mi mano puedo tener la posibilidad de escoger dos caminos. El camino de la rendición o el de arriesgar todo, sea cual sea el resultado."
Lo debates, le das mil vueltas, te desquicias, desquicias al resto del mundo y decides, tú solo acabas decidiendo el camino que tomas.

Después de escoger el camino viene el resultado, el resultado de haberlo intentado y conseguirlo o haber fallado; el resultado de la rendición es el mismo que antes pues no has hecho nada para cambiarlo. Sea cual sea ese resultado aunque tu mismo te pegues contra una pared, ahí será cuándo tu veas el problema porque antes por mucho que lo intentes si no lo quieres ver por ti mismo no serás capaz de verlo y hacerle frente como ya has hecho al escoger el camino.


No te rindas, nunca sabes qué te espera al final del camino, aunque haya muchos baches en él.